viernes, 14 de abril de 2017

LA SANTA CENA (Villarrín, 13/4/2017)

La Santa Cena
Un autor desconocido quiso emular el famoso fresco de Leonardo en Villarrín de Campos

Ángel Alonso Prieto   La Opinión – El Correo  de Zamora (13/04/2017)
Todo empezó aquí. El Maestro lo venía anunciando; todos se lo temían y nadie quería creerse lo peor, empezando por Pedro que, como siempre, se metía en todos los charcos, como buen pescador. En la última Cena se desencadenó la tormenta, quiero decir el torbellino de amor que el Maestro originó desde que empezó lavando los pies a sus discípulos y terminó dándoles el pan y el vino: su cuerpo y sangre. Del lavatorio de los pies elijo la tela pintada por Tintoretto, actualmente en el Museo del Prado. Si bien es cierto que la ambientación del gesto de Jesús en el marco de un palacio veneciano puede chocarnos, para mi es lo que realza, por contraste, la actitud arrodillada de quien merece nuestra genuflexión. El relato de la Santa Cena es, en líneas generales, por todos conocido y de recordarlo se encarga la liturgia y la celebración procesional de la Semana Santa
Hay un punto de partida, un momento nuclear que ya se presagia al comienzo del relato evangélico: "...y habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin", nos cuenta San Juan. Es lo que sucede en la Cena Pascual. 
Dicen que la firma de las mejores operaciones financieras se logra sobre un mantel aderezado de buenos platos mejor que en las frías mesas de los consejos de administración. En la Santa Cena se pacta el contrato redentor de Dios con nosotros.
El convenio colectivo de la salvación
La carga simbólico-espiritual del ágape sagrado se ve artísticamente plasmada en el paso que la reproduce con un considerable peso también, hasta el punto que debido al número de personajes que lo componen, no es posible llevarlo a hombros. La Santa Cena procesiona igualmente pero las hay que no; una de ellas la representación pictórica universalmente conocida de la misma realizada por el genial Leonardo da Vinci. Digo mal porque para mi sí que procesiona por las calles del recuerdo infantil cuando contemplaba una copia de aquella en la iglesia de mi pueblo al desplegarse como telón de fondo del monumento eucarístico del Jueves Santo. Era una pintura que quería reproducir la del artista italiano y, salvo la estancia, los personajes son reconocibles y sacados de la muestra original. Un anónimo artista la debió realizar con más devoción que arte pero el hecho que se pretende narrar queda perfectamente retratado con el añadido de que quiso emular hasta la enorme proporción de la pintura que se acerca a las dimensiones del fresco del convento Santa María delle Grazie, nada menos que casi 30 metros cuadrados. La copia en lienzo enrollable se extendía sobre la pared del altar del Rosario que la cubría prácticamente en su totalidad. Estoy hablando de la iglesia parroquial de Villarrín de Campos, donde el misterio pascual se visualizaba en un puente que iba de un extremo al otro del crucero: de un lado La Santa Cena y en frente el Santísimo Cristo de los afligidos, patrón del pueblo y la comarca.

El fresco original de Milán se conserva seriamente dañado pero a pesar del deterioro de los pigmentos, ataque de hongos, humedades y hasta del bombardeo que sufrió el convento en la segunda guerra mundial, podemos ver la grandeza artística y espiritual de esta obra que junto con la mencionada de Tintoretto son, a mi modo de ver, la quintaesencia del acierto en la captación del mensaje de los relatos evangélicos. Si seguimos con la pintura de La Última Cena vemos la reacción de los apóstoles ante las inquietantes palabras pronunciadas por el Señor. La crítica difiere en cuáles pudieron ser al mostrarnos Leonardo unas posturas y gestos de los comensales tan sobresaltados, con excepción de Judas que queda un poco al margen de los comentarios cruzados, no sabemos si dándose por aludido o por interés de disimular. No existe otra pintura de La Santa Cena en que se muestre tan bellamente dibujada la expresión exterior y el sentimiento interior de los presentes en la primera celebración eucarística de la historia. Creo que ese aire de tensión que no deja de apreciarse en la tela de mi pueblo es lo que debió hechizarme desde niño y lo que me sigue intrigando y subyugando hasta hoy. Lo que pudo estar pensando el autor al dibujar el gesto y expresión de los comensales es secundario. De todos modos vemos a Jesús que ha quedado pensativo, probablemente para seguir diciendo sus últimas palabras con todos reunidos. Han corrido ríos de tinta haciendo conjetura sobre las palabras que pudo haber dicho Cristo en el preciso momento de la instantánea que inmortalizó Leonardo. Lo curioso es que hasta en nuestra tradición musical popular castellana- como ya se encargó de cantar Joaquín Díaz- se ofrece una interpretación:



Jueves Santo,
Jueves Santo, Jueves Santo...

Su cuerpo puso por pan

Su sangre por vino y agua

Y acabados de cenar

Les dijo en estas palabras:

Quién de vosotros queréis

Morir por un Dios mañana?

Mirándose unos a otros

Ninguno respuesta daban...".

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